Ruta 1148 .- De Longares a Monasterio de Santa Catalina del Monte
Ruta 1148 .- De Longares a Monasterio de Santa Catalina del Monte
Ruta 1148, Por los viñedos del vino de las piedras.
12 de enero de 2025, hace muchísimo viento y aunque hace Sol , es engañoso porque hace mucho frío. Mi intención es ir de Longares al yacimiento arqueológico del Monasterio de Santa Catalina del Monte, evitando las carreteras principales.
Distancia
Altitud Mínima 533 metros
Altitud Máxima 685 metros
Desnivel positivo 184 metros
Desnivel negativo 184 metros
Salgo de Longares con un total de 448 kilómetros, por el camino de Santa Catalina en dirección a Cariñena
En el kilómetro 1,83 a 537 metro de altitud ermita de a una altitud de
En el kilómetro 2,57 a 558 metros de altitud paso elevado sobre el ferrocarril Zaragoza ,Teruel, Sagunto.
En el kilómetro 4,56 a 584 metros de altitud ,Casa de Labranza ,blanca y bien conservada, aquí se termina el asfalto y el camino continúa de tierra.
En el kilómetro 6,43, a una altitud de 596 metros, continúo por camino de Carrailes a mi derecha de la marcha y que está asfaltado.
En el kilómetro 9,26 paso elevado sobre la Autovía A-23.
En el kilómetro 10,33 cruzo la carretera N-330 y a 591 metros de altitud entro en Cariñena, dirigiéndome hacia la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Atractiva construcción levantada entre 1694 y 1734, por Miguel de Velasco y Juan Yarza, sobre los restos de la antigua colegiata otorgada por el rey Jaime I que fue destruida y construida tras la Guerra de los Dos Pedros. Formada por tres naves, crucero, amplio presbiterio y pequeñas capillas laterales. Está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción cuya escultura, realizada por Gregorio Messa a mediados del siglo XVII, ocupa la parte central del baldaquino situado en el presbiterio. Adosada a la iglesia se encuentra la torre-campanario de estilo gótico levantino. Su construcción data de 1375, cuando se restauraron las murallas de la ciudad, y pertenecería a la anterior iglesia. Sus 38 metros de altura hace que desde su cúspide se puedan observar los viñedos que rodean a la capital del vino del Campo de Cariñena. La torre-campanario de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción fue declarada Bien de Interés Cultural.
A continuación paso por la Plaza del Ayuntamiento, La Casa Consistorial responde a los cánones del típico palacio aragonés renacentista en ladrillo. La planta baja porticada y la planta noble, con galería de arcos de medio punto y un trabajado alero volado, son del siglo XVI. La planta superior, con galería de arquillos y voladizo se añadió en el XVII. Coronando el edificio se sitúa el reloj, obra de 1905. El edificio sufrió una profunda reforma historicista en las primeras décadas del siglo XX que lo dotaron del antecuerpo con pórtico y galería noble. Por la orden de 24 de septiembre de 2002, del Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón, el edificio fue declarado Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés. Hoy el edificio ya no acoge las oficinas administrativas del ayuntamiento que están ubicadas en la planta baja del nº 49 de la Calle Mayor, pero sí conserva el Salón de Plenos y ha inaugurado recientemente un nuevo espacio que recibe el nombre de Aula de Ciudadanía, pensado como espacio de reunión y debate para los consejos sectoriales del municipio. Desde aquí paso por el Torreón de las monjas. El torreón es el único vestigio del antiguo amurallamiento que Pedro IV mandó reforzar en 1357, previendo el ataque castellano que culminó en 1363 con el asalto y destrucción de la ciudad. El torreón formaba parte de un conjunto de torreones defensivos que estaba integrado por:
Torreón de las Santas, ubicado al final de la calle Granero. Fue demolido el año 1924.Torreón de la Calle Santiago, se demolió el 17 de octubre de 1901, siendo alcalde Don Antonio Gutiérrez Isiegas. Torreón de las Sisas, se encontraba frente al actual instituto y fue cobijo de los mendigos en tránsito por la localidad. Fue demolido en el año 1941 y sus piedras fueron empleadas para la construcción de la anterior casa-cuartel de la Guardia Civil. Torreón de la Fuente, fue subastado el 14 de marzo de 1893, siendo alcalde Don Manuel Ruiz; la subasta, a pliego cerrado fue de 95 ptas. y se pagó por cada piedra 200 ptas. El Torreón de las Monjas fue sede del Archivo de la Comunidad de Aldeas de Daroca hasta 1870. El torreón de las Monjas y los restos de la muralla fueron declarados Bien de Interés Cultural.
Desde el Torreón de las Monjas me dirijo en dirección a la Plaza de Toros, al encuentro de la CN-330 buscando la carretera a Belchite.
En el kilómetro 11,60, cruzo la CN-330 para seguir por la A-220 en dirección Belchite.
En el kilómetro 12,69, paso elevado sobre la A-23.
En el kilómetro 15,56 viendo que he pasado el kilómetro 24 sobradamente, y no hay ningún indicador a mi derecha, me doy la vuelta.
En el kilómetro 16,25 junto al indicador del Kilómetro 24 giro a la izquierda, en dirección a las Bodegas Tierra de Cubas. Continúo por intuición ya que no hay nada, ¡ningún indicador sobre el Convento de Santa Catalina!
En el kilómetro 18, a 685 metros de altitud, llego a Santa Catalina del Monte.
Es probable que este convento fuera fundado hacia 1424, en un contexto de reforma dentro de la orden franciscana, que buscaba la vuelta a los ideales primitivos de fraternidad eremítica o apartada. De modo que se eleigió el emplazamiento de una ermita que quedaba ligeramente alejada de la población de Cariñena, próxima al antiguo camino que unía Cariñena y la pardina de Alcañicejo (TM de Tosos). Sin embargo, el historiador franciscano Hebrera recoge la tradición mantenida en el propio convento, según la cual aquel fue fundado por San Bernardino de Siena, en su viaje por tierras hispanas hacia 1445. En el claustro se conservaba una celda o dormitorio individual que había sido usada por dicho franciscano.
Este convento situado en el monte de Cariñena, perteneciente a la Orden de Frailes Menores o franciscanos, estuvo activo desde 1424 hasta 1385, aproximádamente y fue el único monasterio/convento masculino en el Campo de Cariñena. Gracias al impulso del Ayuntamiento de Cariñena a través de un taller de empleo, a lo largo del año 2.022 se ha comenzado a descubrir y consolidar parte de los restos arquitectónicos de este complejo conventual, tan involucrado en vida pasada de los cariñenses y del que apenas queda recuerdo. La orden franciscana fue fundada en 1209 por San Francisco de Asís (nacido en dicha ciudad italiana en 1182), y continúa activa en la actualidad. Su ideal de vida cristiano, centrado en la pobreza, la caridad y la predicación como medio efectivo de aproximación a Dios, tuvo un enorme éxito desde sus inicios, y rápidamente se extendió por toda Europa, A finales del siglo XIII contaba con 1500 conventos y casas conventuales , y más de 30.000 frailes o hermanos. A diferencia de las órdenes monásticas fundadas con anterioridad-como benedictinos y cistercienses- dedicados a la vida contemplativa y ubicados en zonas rurales, los conventos franciscanos se asentaron junto a los núcleos urbanos y desarrollaron una activa presencia pública.
Una de sus peculiaridades consiste en estar formada desde sus inicios por tres órdenes. La rama masculina o Primera Orden, incluye a los Frailes menores franciscanos, entre otros a los que perteneció el convento de Cariñena. La rama femenina o Segunda Orden, incluye a las Hermanas Pobres de Santa Clara o clarisas, las cuales fundaron en 1631 el convento de San Cristóbal dentro de la localidad de Cariñena, conocido como las Monjas. Y la Tercera Orden está formada por congregaciones de laicos.
En territorio español, se implantó muy pronto, siendo fundado en 1214 el primer convento en el Reino de Aragón, situado en Tarazona. Entre el siglo XIII y el XVIII, los conventos franciscanos en la provincia de Aragón alcanzaron el número de 27, presentes en la mayoría de grandes poblaciones, entre las que destacó Zaragoza con tres. Además de Cariñena, otras localidades próximas que contaron con fundaciones franciscanas fueron Alpartir, La Almunia de Doña Godina y Daroca.
Los franciscanos debían, y deben, cumplir tres votos obligatorios recogidos en su Regla; obediencia, pobreza y castidad. De ellos, la observancia de la pobreza fue el más significativo, la cual se aplicaba a todos los aspectos de su vida; hábito muy sencillo, ayuno, práctica de la mendicidad y limosna, renuncia a las propiedades y austeridad en las instalaciones monásticas. El convento debía ser autosuficiente y prestaba varios servicios a la comunidad local: guardar las almas de sus feligreses- especialmente en la enfermedad y antes de la muerte- , predicar la oración y la enseñanza. La organización interna del convento estaba muy estructurada y jerarquizada dándose tres tipos de frailes: los clérigos o coristas, los cuales han sido ordenados sacerdotes, los legos que no han recibido este sacramento y los donados ,seglares que se han retirado a vivir en comunidad en el convento. El guardián es la máxima autoridad, bajo el cual estaban el vicario, maestro de novicios y el maestro del coro. Además, había predicadores y confesores que ejercían el apostolado fuera del convento, y maestros. Los oficios relacionados con las labores domésticas eran ejercidos por los frailes legos. La vida diaria del fraile se desarrollaba a partir de las horas canónicas que están dedicadas al rezo en comunidad en el coro de la iglesia conventual, desarrollando el resto de tareas asignadas a cada uno entre rezo y rezo. Entre los escombros del claustro de este convento se han descubierto los restos del escudo del mismo, que contiene el emblema franciscano; los brazos de Jesús y de San Francisco entrecruzados, en ambos casos con el estigma en la mano, en torno a una cruz. Los estigmas corresponden a las heridas que provocaron a Jesús de Nazaret durante su crucifixión (orificios de los clavos en manos y pies ,y herida por la lanzada del costado), y que en 1224 recibió el propio San Francisco.
Entre los muros de este convento pasaron algunos frailes ilustres franciscanos, entre los que sobresale fray Pedro Selleras (1555-1622) Nacido en Torre los Negros (Teruel), se ordenó en Santa Catalina en 1576 y se dedicó a la predicación, obrando numerosos milagros por los que fue beatificado. Sin embargo, el más conocido es fray Juan (de) Altamiras (1709-1770/1). Autor de un celebérrimo libro de gastronomía: Nuevo arte de cocina, sacado de la escuela de la experiencia económica (Madrid 1745) Nacido en la Almunia de Doña Godina como Raimundo Gómez Val, desarrolló buena parte de su vida eclesiástica en el colegio de San Diego del convento zaragozano de San Francisco. A comienzos de la década de 1770 se encontraba en Santa Catalina, donde acaeció su muerte y fue enterrado. Después de de cuatro siglos de actividad , fruto de sucesivas obras y reformas y de ampliaciones, siendo la más importante la edificación entre 1728 y 1730 del colegio de San Buenaventura. Financiado por el legado testamentario de Juan Francisco Martínez y su esposa (1650), era intención de los frailes erigirlo en el interior de la villa de Cariñena. Sin embargo, ante la oposición de la parroquia, hubieron de hacerlo anexo a las dependencias conventuales, hecho que supuso un incremento notable de los residentes del lugar.
El convento se articula en torno al claustro gótico de cuatro crujías cubiertas por bóveda de crucería simple con cinco tramos por lado. El patio interior presenta una acera perimetral de liosas y el suelo en pendiente, destinado a recoger las aguas pluviales en el aljibe situado por debajo. La particularidad constructiva es que el aljibe no es completamente subterráneo, por lo que el patio queda sobre elevado en relación al claustro. En torno al claustro se sitúan la sacristía, la sala capitular, el refectorio o comedor, la biblioteca y la escalera para acceder a la planta superior, donde se ubicaban las celdas o dormitorios individuales de los frailes. Detrás del refectorio se sitúa una gran bodega subterránea cubierta con bóveda de cañón destinada al almacenamiento de vino, que recibía el convento como limosna en especie. Anexo al convento se situaba el hospicio, dotado de ocho camas, algo más pequeño que el que tenía en Cariñena.
Sin embargo donde destacó este convento fue en su biblioteca, por la variedad y cantidad de libros. En 1671 contenía 1870 volúmenes conservados en dos habitaciones o quarteles, pero su número se fue incrementando, de modo que en 1695 tuvo que ampliarse la biblioteca. Poco se sabe (de momento) de la arquitectura del colegio, que se articula en torno a un gran patio pavimentado con aceras de losas bajo el que se sitúa el segundo aljibe del complejo. Los conventos se construyen al servício de la comunidad que lo va a habitar, y de sus actividades. En origen no se trata de una gran complejo, puesto que el número de frailes se mantuvo regular en el siglo XVII en torno a 25 o 30, cantidad que venía determinada realmente por el número que pudieran mantenerse con los ingresos obtenidos. La fundación del colegio supuso un incremento notable del número de conventuales, contabilizándose en 60 miembros hacia 1760. Probablemente fue el tercer establecimiento más poblado de Aragón tras los dos que la orden tenía en la ciudad de Zaragoza.
El edificio albergaba espacios funcionales diferenciados pensando en los diversos servicios que los frailes ofrecían, consuelo espiritual a través de la confesión y de las oraciones, lugar de enterramiento, formación académica y espiritual, a través del colegio, cuidado de enfermos a través del hospital, alojamiento de viajeros a través de la hospedería. Además contaba con las instalaciones necesarias para asegurar su día a día: nevero para almacenar hielo, caballerizas y corrales, despensa y bodega, cocina, etc.
Si bien la vida del convento giraba en torno al principio de pobreza, el mantenimiento de edificios y el sustento de los religiosos generabas considerables gastos. La fuente principal de ingresos fue la limosna- generalmente en vino y cereal-, que recibían los frailes a cambio de su labor de consuelo espiritual. Están procedían de misas, sermones, sufragios y cuaresmas realizadas en los pueblos. La venta de los hábitos de los frailes para el enterramiento de laicos también generaba notables ingresos. Alunas familias poderosas, como los Gayanes de cariñena eligieron este cenobio para el descanso de sus restos mortales, dotándole de infraestructuras y rentas, además del ingreso de algunos de sus miembros que abrazaron la vida eclesial. La alimentación suponía el principal gasto del convento. Aunque el vino y el pan constituían la base del sustento, el aceite, la carne y el pescado tenían que adquirirlo, cuando no lo obtenían mediante la limosna de la población.
Además de la relación con Cariñena, los Franciscanos de Santa Catalina tuvieron una intensa relación con los pueblos del Campo Cariñena a través de la guardanía, desde los colindantes al convento como Tosos o Paniza, hasta lugares relativamente lejanos como Luesma, Santa Cruz de Nogueras o el Villar de los Navarros. La predica y la confesión de los fieles eran los principales actos de los frailes en estos municipios, a cambio recibían las limosnas necesarias para su sustento y estrechaban los vínculos sociales y eclesiásticos con la comunidad, obteniendo una recompensa espiritual.
Pero también estos municipios acudían al convento en romería para celebrar determinadas festividades; desde Cariñena, los días de Santa catalina y San Sebastián; Tosos, el de San Jorge; Mezalocha, el de San Pedro; Paniza, el tercer sábado de Cuaresma; y Aguarón, una vez al año sin fecha fija. Esta última localidad conserva una calle denominada de los franciscanos, probablemente por ubicarse en ella la casa donde se alojaban los frailes.
El final de este convento corre paralelo al del resto de fundaciones monásticas y conventuales españolas. Las órdenes religiosas había acumulado infinidad de propiedades, tanto en tierra como de inmuebles, que apenas producián riqueza, denominadas en la época “en manos muertas”. De modo que la solución puesta en práctica por el Gobierno Liberal de Medizábal bajo la Regencia de María cristina (madre de Isabel II aún menor de edad) fue la desamortización, aprobada entre 1835 y 1836. Este proceso supuso el cierre forzado de los monasterios y conventos y su posterior venta, con vistas a poner en marcha una producción capitalista, más efectiva, de sus tierras y edificios. Los frailes de Santa Catalina fueron expulsados, y las tierras del convento acabaron subastadas y privatizadas. Al quedar el complejo conventual sin uso, fue objeto de un intenso expolio de los materiales constructivos que condujeron a su ruina.
Cuesta pensar que después de 400 años de actividad, el convento fuera abandonado y comenzara un deterioro progresivo que lo arrastró casi hasta al olvido. Ahora, casi 600 años después de su fundación, la localidad de Cariñena y los pueblos del entorno recuperan una parte de su historia. Debemos disfrutar como yo lo estoy haciendo, paseando por este monumento, recordando que es un edificio histórico en ruinas y frágil, que puede ser visitado, pero con cuidado de cara a preservarlo para las generaciones venideras.
En el kilómetro 18,35, a 669 metros de altitud, llego a la ermita de San Bernardino a una altitud de
En el kilómetro 20,06 cruzo la A-220 para continuar por el camino paralelo a la autovía.
En el kilómetro 21,12 continúo por camino a mi derecha.
En el kilómetro 30,57 estoy de regreso en Longares, principio y final de la ruta de hoy.
Las fotografías aparecen por orden de ruta.
Serafín Martín.
Fuentes propias y:
https://carinena.es
Paneles informativos de las ruinas del convento de Santa Catalina.