18 de marzo de 2021. De Graus al mirador de las Forcas, paso de la Canal, ermita de San Martín y Capella.
Distancia 17,5 kilómetros
Desnivel positivo 600 metros.
Situada estratégicamente en la confluencia de los ríos Ésera e Isábena, la villa de Graus cuenta, además de con todos los servicios, con bellos rincones dispuestos a sorprenderte.
Uno de los más bellos lugares de la villa es la Plaza Mayor rodeada de soportales, donde se encuentra la Casa Consistorial, edificio del siglo XVI de estilo renacentista aragonés. Otros ejemplos de su rico patrimonio son Casa Bardaxí o las Casas Barón y Heredia, correspondientes al siglo XVIII, con curiosas pinturas alegóricas en sus fachadas.
En Graus pasó buena parte de su vida el polifacético Joaquín Costa. Se conserva su casa y en la calle Barranco, una de las vías más populares de la localidad, podrás ver el monumento que se erigió en su honor.
Otro de los símbolos de Graus es la basílica de la Virgen de la Peña. Desde su claustro obtendrás una magnífica vista de Graus y de su hermoso entorno. El santuario alberga uno de los espacios museísticos más singulares que se pueden encontrar en Aragón: el Museo de los Iconos . Se trata de una extraordinaria exposición de imágenes religiosas de oriente y occidente, reproducciones de imágenes de las diferentes escuelas y tradiciones iconográficas de países como Rusia, Creta, Chipre, Grecia, Polonia, Roma o Ucrania.
La longaniza de Graus ha adquirido con el paso de los años gran fama motivada, sobre todo, por formar parte del libro Guinness de los récords como la longaniza más grande del mundo. Todos los años se celebra la Fiesta de la Longaniza de Graus , proclamada de Interés Turístico de Aragón.
Cruzamos el puente medieval sobre el río Ésera, o puente de abajo e inmediatamente comenzamos el ascenso, al mirador de las Forcas, salvando un paso complicadillo, en unos abrigos y balmas pero que con precaución y la correspondiente sirga en la pared hay que salvar si queremos seguir a las Forcas.
Las Forcas (un lugar donde se ejecutaba a la gente, de ahí su nombre) es un espectacular mirador de la Villa de Graus y los valles del Ésera e Isábena; la Peña de las Forcas es una seña de identidad de la población. De hecho, según las excavaciones arqueológicas, sus primeros habitantes ocuparon este entorno, protegidos por los abrigos de su base, hace ya más de 14.000 años.
Continuamos por una pista que discurre por la cresta de las Forcas y contemplamos las maravillosas vistas del Valle del Ésera del Isábena, de Capella y ¡Como no del magnífico macizo del Turbón! Poco antes de llegar al tozal del Soldado (863 metros de altitud) hacemos un giro brusco a la izquierda siguiendo las marcas verdes pintadas en el suelo y comenzamos a descender en zigzag por senda, entre conglomerados donde hay que extremar la precaución. Llegamos al famoso Paso de la Canal de Graus también conocido como el Paso de la Canal de Capella, es un estrecho paso entre rocas que permite atravesar la sierra entre Graus y Capella.
Nos desviamos momentáneamente por la derecha para dirigirnos a la ermita o más bien los restos de lo que fue la ermita de Santa Eulalia. Esta se halla situada en una elevación sobre el valle del Isábena, con importante precipicio junto al muro norte. Tras el ábside también hay desnivel, aunque menor. Se conservan las primeras hiladas de toda la planta y del ábside semicircular perfectamente orientado. Era de una nave dividida por un arco fajón como demuestran los restos de pilastras a norte y a sur. Justo a poniente de la pilastra sur se hallaba la puerta. Había que descender algún peldaño (queda uno) para acceder. El aparejo es de sillares bien escuadrados y algunos pulimentados, bien alineados y ligados con buen mortero de cal. En algún fragmento están rejuntados con mortero que parece moderno lo que indicaría un uso de esta ermita en fechas relativamente cercanas. En el exterior del muro norte quedan agujeros que parecen mechinales de andamiaje, pero están muy a ras del suelo actual, aunque es posible que el suelo exterior esté actualmente mucho más elevado que en origen. Por el aparejo podría fecharse en el siglo XII, pero no se sabe nada sobre sus bóvedas y portada. Muchos sillares desaparecieron en el siglo XX para ser utilizados en un horno de cal que al parecer había un poco más abajo. Entre los muchos que quedan se ven dovelas y fragmentos biselados que debían corresponder a una cornisa. No hay rastros de losas de la cubierta. Probablemente fueron todas expoliadas quizás por los mismos que usaron los sillares para el horno de cal. Las incógnitas que plantea esta iglesia son muchas. Está a muy escasa distancia de San Martín y debe corresponder a una época similar. Cuesta entender el motivo de dos construcciones religiosas tan cercanas, más cuando alrededor de ésta no se ve ningún resto de posible poblamiento. Su posición sugiere la posibilidad de un papel defensivo, dependiente de San Martín, lo que haría lógica una fortificación, pero no una iglesia. También es extraño lo olvidada que está en el recuerdo popular cuando sus restos no hace tanto que se usaron para fabricar cal. De esta iglesia sólo se apreciaba hace poco algún fragmento de muro entre la maleza. Actualmente se ha limpiado el entorno y ha quedado al descubierto la planta. Los sillares derrumbados que ocupaban el interior han sido amontonados cuidadosamente.
Retornamos hacia la senda que se dirige a San Martín donde nos recibe una fuente cercana a la ermita y que agradecemos su agua llenando los bidones.
Lo que tenemos ante nuestros ojos nos retrae al alta edad media, solo contemplando su entrada y sus muros y el lugar de su asentamiento, nos dicen que eran tiempos de luchas, peligros, saqueos y racias de musulmanes y cristianos. Su interior me maravilló, imaginando como debían vivir sus gentes en este lugar. Un abrigo rocoso a 751 metros de altitud bajo el Tozal del Seldau o Soldado cobija los restos de la ermita de San Martín fechada a principios del siglo XII Domina un frondoso barranco que ofrece una panorámica espectacular sobre la confluencia de los ríos Isábena y Ésera, el templo conserva en pie el ábside semicircular con su bóveda de horno y dos vanos, además de un muro que debió construirse para cerrar la cabecera cuando se arruinó la nave original. Un sendero señalizado conduce hasta los pies de la ermita, hábilmente levantada sobre un pequeño espolón rocoso al que hoy se accede con dificultad. Junto a la ermita se construyeron amplios corrales que han tenido un uso pastoril. Sus muros de mampostería permiten ubicar visualmente el paraje desde Capella. Las viandas las comemos en los corrales habilitados para comer, asar o refugiarse, está muy bien acondicionado y limpio.
Descendemos hacia Capella por la senda que discurre junto a un barranco seco y nos acompañarán un buen número de figuras escultóricas hechas con piedras de río, animales, flores y personas, maravillosamente ensambladas por un tal “Quinón”
Al llegar a Capella, contemplamos su puente románico sobre el Río Isábena el casco urbano se sitúa sobre un promontorio cercano al río. Este puente data del Siglo XIII, pero es probable que fuera paso de una ruta transpirenaica utilizada desde tiempos prehistóricos por íberos, romanos, musulmanes y después, por peregrinos cristianos que realizaban el camino de Santiago y procedían de la zona de Bonansa, siguiendo hasta Graus, Barbastro, Huesca, Murillo de Gállego, Sádaba etec. Hasta la década de 1970 el puente siguió abierto al tráfico (incluidos tractores y cosechadoras por imposible que parezca) y la construcción del puente nuevo frenó el deterioro del antiguo permitiendo la recuperación. De este paso histórico para el disfrute personal. El puente tiene una anchura de 2’80 metros, una longitud de 95 metros, la luz de su ojo central es de 20 metros y la altura del ojo central de 12, el pretil tiene un grosos de 25 centímetros, está construido en sillares de buena calidad unidos con argamasa de cal, agua y arena. Tiene 7 ojos formados por arcos de medio punto rebajado, que van creciendo en diámetro desde los extremos hasta el arco central y mayor coincidiendo con el punto de máximo caudal del río. A esta peculiar forma, a dos vertientes, se la denomina “lomo de asno” y su función principal es descargar peso de material del vértice hacia los extremos. Desde la estrecha calzada , en origen completamente empedrada, podemos observar un muro de protección (pretil) jalonado por pequeños ensanches que coinciden con el alzado de los tajamares y espolones triangulares (Los tajamares están situados contra corriente ,frenando el empuje de las aguas y los Espolones están situados a favor de la corriente, contrarrestando el empuje que sufre el puente). Se pueden apreciar perfectamente los huecos para el andamiaje de madera que permitió la construcción. Estos puentes eran de propiedad privada (de un señor feudal, de los concejos, de órdenes militares o del rey) y se establecía sobre el paso un impuesto denominado “pontazgo” o “pontaje” que se cobraba a mercaderes, arrieros, campesinos y demás transeúntes originando no pocos conflictos entre pueblos cercanos. Había un oficio asociado al puente y a su mantenimiento general; el pontero. Otras veces un capellán (y su capellanía) se ocupaba de estas tareas y no era rara la existencia de una iglesia en un extremo de los puentes. Existían también constructores de los puentes, que se organizaban en cofradías con normas y fines específicos y en ocasiones contaban con la colaboración de los habitantes del lugar. En la época de deshielo (entre abril y mayo), el río Isábena llega a triplicar el caudal y sus crecidas han arruinado huertos enteros. Esas mismas aguas han tenido bravura suficiente para mover un molino harinero, que se recicló con un generador a principios del Siglo XX y proporcionó electricidad a toda la población de Capella durante años. Situada en el Prepirineo, en el valle del Isábena, la villa ribagorzana de Capella asienta su casco urbano sobre una colina, a 526 metros de altitud arrancando de la carretera que discurre paralela al río Isábena. La iglesia, en la cota más alta del pueblo, tiene portada y ábside románicos. En su interior conserva un magnífico retablo compuesto por doce tablas, pintado por el portugués Pedro Núñez, en 1527. Reconquistada en 1080 cuando los aragoneses habían avanzado sus posesiones a lo largo del río Isábena. La posición de Capella fue fortificada, y se ha pensado que pudo estar allí instalada una proto-orden militar, pues aparte del sugerente nombre, conocemos la presencia de un tenente llamado Guillermo Siervo de Dios, al que encontramos actuando en diciembre de 1080 y que no vuelve a aparecer en época posterior. En 1900 eran ,988 habitantes; en 1950 778 habitantes, en 1978, 532, en 1996 tenía 406; en 1998 contaba con 402 habitantes y 387 habitantes en el padrón del 2004. Comprende las entidades de población de Laguarres que se incorporó a Capella en 1965 y que cuenta con 71 habitantes y Pociello que tiene 15 habitantes. La entidad de La Puebla de Mon se segrega de Capella en 1926 pasando a formar parte de Graus.
Salimos de Capella hacia Graus, pasando por u Peirón que no se a quién está adjudicado. Continuamos por la orilla del Isábena . El río Isábena nace en las cumbres pirenaicas a poco más de 2400 metros de altitud entre los picos Gallinero y Tuca de Urmella. En sus casi 59 kilómetros discurre desde la alta montaña a las estribaciones de las sierras exteriores junto a Graus en su confluencia con el río Ésera. El caudal del Isábena es muy irregular y está marcado por unos máximos durante el deshielo en su cabecera, seguidos por un fuerte estiaje durante el verano. Por esta senda llegamos a Graus.
Las fotografías aparecen por orden de ruta.
Serafín Martín.
Fuentes propias y .
https://romanicoribagorzano.wordpress.com/2014/04/13/capella-santa-eulalia/