Ruta 0143. Por el Bajo Martín. Venta del Barro, Estación de la Puebla de Híjar, Jatiel, Samper de Calanda,  Híjar.

 

 

Ruta 0143. Por el Bajo Martín. Venta del Barro, Estación de la Puebla de Híjar, Jatiel, Samper de Calanda,  Híjar.

La ruta de hoy, la dedico al vecino de Jatiel, Javier Gómez.

 

El Bajo Martín constituye una avanzada hacia el Ebro de los montes, planicies y sierras del Bajo Aragón histórico. Ocupa una superficie de unos 796,5 m2 de árida tierra que anticipa sierra y fértil huerta en la vega de los ríos.

Cuenta con una población de 7.274 habitantes, con aproximadamente 9,13 habitantes por kilómetro cuadrado. Nueve municipios forman su término: Albalate del Arzobispo, Azaila, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda, Castelnou, Jatiel, Urrea de Gaén y Vinaceite. Es una comarca pequeña, atravesada por los ríos Martín y Aguasvivas y encajonada entre antiguas vías de comunicación que unen montes con llanos y Levante con el valle del Ebro.

El río Martín atraviesa la serranía del término de Albalate del Arzobispo instruyendo hoces de gran interés cultural y natural, para abrirse luego al valle.
La Romana en Azaila, las Planas de Castelnou y las atalayas de Samper-La Puebla conforman algunas plataformas recortadas por los ríos de la comarca. Situadas entre las muelas y los relieves residuales, se presentan depresiones cuya escasa capacidad de drenaje hace que se formen lagunas y saladas de carácter endorreico en terrenos áridos y secos. En la zona Azaila-Híjar hay ejemplos, destacando, sin duda, la salada de Azaila, por su buen estado de conservación.

El clima de la comarca es seco y soleado, con veranos calurosos e inviernos más duros que templados, en los que la niebla sube de las zonas más bajas cubriendo el paisaje. Característica fundamental es la escasez de precipitaciones. La pluviométria va disminuyendo de sur a norte, siendo el otoño y la primavera las épocas más húmedas.

Cabe recalcar la intensidad del viento: el cierzo, seco y frío, de componente NO, que literalmente siega la superficie; y el bochorno que, aunque con menos frecuencia, se hace patente desde el SE, cálido y seco, "apabilando" el ambiente en las calurosas tardes de verano.

Como consecuencia de este clima, el ambiente es el clásico de estepa aragonesa, sólo difuminada en las estribaciones de la sierra de Arcos, más húmeda y boscosa, y en los sotos fluviales y paisajes rupícolas, además de las escasas manchas de pino y carrasca que se acomodan a este tipo de suelos pobres.

La estepa presenta un paisaje en el que alternan los relieves ondulados con los llanos, destacando en la mayoría de los casos la ausencia de arbustos y arbolado. En esos mares ocres se labra el secano cerealístico del Bajo Martín. En este paisaje, el 50% de las tierras son terrenos cultivables, frente al 13% de superficie forestal, habitualmente pino carrasco, especie caracterizada por su gran resistencia en climas mediterráneos. No menos desapercibidos pasan los sabinares o sus ejemplares solitarios y dominantes de la estepa, teniendo una gran importancia paisajística y ecológica, al igual que los olivares y las plantaciones de almendros.

Los espacios esteparios han pasado a engrosar la Red Natura 2000 (Planetas-Claverfa, Salada de Azaila, Barranco de Valdermesón, Planas y Estepas de La Puebla-Azaila, etc), con importantes presentaciones de reptiles y aves como el alcaraván, la ganga, la alondra de Dupont, etc. También se pueden ver la abubilla y los cernícalos vulgar y primilla (Falco naumanni), conocidos en la zona como "espárveros". El último de ellos se localiza en el monte de secano y nida en los mases y ventas ahora abandonados.

Otra ave presente es la lechuza blanca, rapaz de hábitos nocturnos, denominada por ello "dama de la noche". Igualmente, está bien representado el grupo de las rapaces diurnas, con grandes colonias de buitre leonado en los barrancos del Martín, en Albalate del Arzobispo, águila real, halcón peregrino y alimoche. Y en las zonas de cultivo se ven, entre otras especies, perdices, tordos, tórtolas y vencejos.

La escasez de lluvias y los estíos hacen de los ríos ecosistemas frágiles, aunque aún son observables madrillas, barbos y el cangrejo rojo o americano. En las zonas boscosas y primeras estribaciones serranas -zonas declaradas LIC- se localizan el jabalí y la cabra montesa, en expansión por el Parque Cultural del Río Martín. Y aprovechando lugares secos, áridos y muy soleados, zonas boscosas con matorral, olivares, taludes y riberas, aparece el "fardacho" o lagarto ocelado (Lacerta lepida), animal de leyendas, tradiciones y remedios caseros, usado en épocas de escasez en distintos guisos.

El fértil cauce del río Martín da origen a la población humana de una comarca cuyos pueblos han conocido y conservan vestigios del paso de muchos siglos de historia y de numerosas culturas y sociedades: pobladores prehistóricos, íberos, romanos, musulmanes, judíos y cristianos han dejado su huella en el Bajo Martín.

Como testimonio de esos primeros pobladores de la comarca quedan las pinturas rupestres en los abrigos de Los Chaparros y Los Estrechos (6.000 a J.C.), valiosas muestras del arte rupestre levantino, reconocido como Patrimonio de la Humanidad e incluidos en el conjunto del Parque Cultural del Río Martín.

La época ibérica es sin duda de gran esplendor en la comarca. Enmarcadas en la zona dominada por los sedetanos del Ebro, todas las poblaciones del Bajo Martín tienen sus pequeños yacimientos. Destacan por encima de todos ellos el poblado de La Bovina, en Vinaceite y el del Cabezo de Alcalá, junto a la población de Azaila, uno de los yacimientos de la antigüedad mejor conservados y más estudiados de España.

El mundo romano dejó en la comarca 'masio' rurales, como la encontrada en la Loma del Regadío, en Urrea de Gaén. El Museo de Teruel conserva el mosaico de La Quimera aquí extraído.

La toponimia de la mayor parte de las poblaciones y partidas de la actual comarca es de origen islámico, así como los sistemas de riego, herencia romana que los musulmanes supieron conservar y mejorar. Pero si el Bajo Martín en su conjunto es heredero directo de la época musulmana, es en la conquista cristiana y en su posterior organización territorial donde reside su actual disposición. Entre los años 1148 y 1149 toda la zona quedaba en manos del reino de Aragón merced a las conquistas la cofradía militar de Belchite. El territorio se repartió en varios señoríos laicos y religiosos. Samper de Calanda, junto a las poblaciones de Jatiel y Castelnou quedaron al mando de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Albalate, con las villas de Andorra y Almochuel, fueron donadas por Ramón Berenguer IV al obispo de Zaragoza Bernardo II en el año 1149. Por último, el rey Jaime I creó el señorío de Híjar, que incluía el resto de poblaciones de la comarca.

El Bajo Martín fue, como gran parte de España, una amalgama de culturas y tradiciones que coexistieron, con sus propias formas de vida y sus propias reglamentaciones, hasta las consabidas expulsiones. Todas las poblaciones contaban con aljamas musulmanas, que en localidades como Urrea, Vinaceite, La Puebla o Jatiel constituían el grueso de la población. Más escasa, la comunidad judía, residía principalmente en Híjar, en el actual barrio de San Antón, donde se conserva una sinagoga medieval del siglo XV.

La expulsión de los moriscos provocó una profunda catástrofe demográfica y económica en toda la zona que se sumó a la crisis general que el siglo XVII trajo a España. El siglo sí sirvió para marcar la evolución de los concejos y administraciones que hicieron que los ayuntamientos fueran alcanzando mayor poder. El 4 de julio de 1688, Jaime de Híjar concede a La Puebla de Híjar y a Urrea de Gaén la independencia respecto al gobernador de Híjar, con lo que comienza una organización más moderna y autónoma de las propiedades ducales. De forma similar, el resto de poblaciones fueron asumiendo mayor nivel de competencias a lo largo de estos siglos.

Durante el siglo XVIII, el siglo de las Luces, el Bajo Martín como el resto de la zona, vio como la agricultura, en especial la del olivo, se desarrollaba hasta alcanzar un nivel de calidad y producción importante. Otros productos, como las hortalizas, cereales y el impulso de una protoindustria del sector textil, que incluía la elaboración de seda, generaron las situaciones propicias para el desarrollo cultural y artístico de estas tierras.

A finales del siglo XIX la desamortización de Mendizábal dejó numerosos conventos desacralizados y en ruinas, como el de Híjar. Los terrenos antes comunales o religiosos pasaron, por extrañas tretas legales, a ser propiedad de nuevas familias que instauraron una época de cacicazgos que llegaría hasta tiempos recientes, haciendo un uso feudal de la mano de obra.

Ya en pleno siglo XX el ferrocarril y el regadío, posible gracias a los pantanos de Escuriza (1893) y de la Cueva Foradada (1920), terminaron de configurar las posibilidades económicas y de desarrollo de la comarca a lo largo del siglo. La azucarera de La Puebla de Híjar, vinculada a la nueva vía férrea, cambió formas de pensar y abrió puertas a nuevos sistemas de trabajo y desarrollo. Asimismo las explotaciones mineras de las vecinas comarcas de Andorra y Cuencas Mineras supusieron una importante fuente de empleo y recursos en una comarca tradicionalmente agraria y ganadera. En los últimos años y a pesar del progresivo cierre de las minas, el sector industrial, cada vez más diversificado merced a los polígonos industriales de Albalate y La Venta del Barro, y el de servicios, han desplazado a la agricultura, tradicional fuente de riqueza de la comarca.

El último paso en el devenir histórico del territorio es la constitución de la comarca del Bajo Martín. A pesar de la fuerte vinculación de la zona con el Bajo Aragón turolense y su capital, Alcañiz, los nueve municipios escogieron constituirse como comarca independiente con el ánimo de dar mejor respuesta a una problemática propia, relacionada con su ubicación en la cuenca del Martín. Por razones de centralidad geográfica la capitalidad de la comarca ha recaído en Híjar, a pesar de contar con menos habitantes que Albalate.

El  día 25 de Marzo aparco el coche en la Venta del Barro, situada en la orilla de la carretera Nacional 232. Llevo un total de 12.929 kilómetros.

Me dirijo hacia la Estación de la Puebla de Híjar por la carretera A-1405

En el kilómetro, 2,84, estación de la Puebla de Híjar.

Después de disfrutar de la estación y su entorno, continúo viaje por la carretera  TE-V-1701

En el kilómetro, 8,40,  después de un repecho paro a visitar un área de esparcimiento, junto al “Camino Viejo”, donde se sitúa un Peirón de reciente construcción.

Desde el Peirón la carretera desciende hasta el cercano pueblo de Jatiel, uno de los motivos de hacer esta ruta, es poder visitar su cripta medieval.

Jatiel es la más pequeña de las localidades de la comarca del Bajo Martín, con 60 habitantes. Se sitúa en la carretera Híjar-Escatrón sobre una pintoresca loma, en la margen derecha del rio Martín, a seis kilómetros de La Puebla de Híjar y frente a Castelnou.

Junto a la fértil huerta del Martín, en Jatiel se cultiva el Melocotón embolsado de Calanda y el olivo, para la producción de aceite de oliva de la Denominación de Origen del Bajo Aragón. De correcta disposición urbana y con cuidadas calles y plazuelas que invitan al descanso, en el ascenso a la parte más antigua del caserío aún se aprecian calles y rincones de raigambre morisca. No en vano, según los fogales de 1495, todos sus vecinos eran mudéjares.

En 1495, la población de Jatiel era de 17 fuegos o casas, en torno  a ochenta personas y todos los cabezas de familia tenían nombres moros. Hoy decimos que eran mudéjares. Antiguamente moro era el oriundo de Mauritania, que época romana englobaba buena parte del Norte de África, si bien la palabra evolucionó y se empleo para designar a los musulmanes de Al-Andalus.

Desde el Siglo XIX se llama mudéjares a los musulmanes “mudayyan”, es decir, a los vasallos sometidos bajo dominio cristiano, aunque mantuvieron su religión. Estas gentes, en 1526, se vieron obligadas a bautizarse por decreto del monarca Carlos I y, desde entonces, pasaron a denominarse moriscos. Ninguno de estos términos ha de confundirse con el de mozárabes, que aplicamos a los cristianos “musta´rab” o arabizados a causa de vivir en territorio musulmán. Tampoco con los maladies o “muwallad”, que eran los peninsulares convertidos al Islam. La población mudéjar fue en gran medida rural, instalada sobre todo en la margen derecha del Ebro y las cuencas bajas de sus principales afluentes. Ellos se encargaron de mantener fértiles las vegas a través de hábiles redes de azudes, norias y acequias. Mientras que en las ciudades pasaron a ser minoría, aunque importante, reducida a unas barrios especiales denominados aljamas o morerías. En este caso, lo habitual era pagar un tercio, un cuarto o un quinto de los frutos cosechados a la autoridad señorial, cantidad que se veía reducida a una novena parte si cultivaban cereal de monte. También tenían que pechar o pagar la pecha, que era un impuesto colectivo para toda la comunidad mudéjar de un lugar.

Por otra parte tenían que cumplir con servicios especiales, como la juveria o yoguería, con la yunta de bueyes, con la yunta de bueyes, el alrax, referido a la viña, y la cofra a  la axofra, que era el acarreo de materiales. Igualmente se pagaba por cabeza de ganado o por los enjambres de abejas, diezmos y primicias para el clero, cabañas o multas, la exención del servicio militar, tasas del señor por el uso de posadas, pastos, hornos, molinos y almazaras e impuestos extraordinarias. Si a todo ello sumamos una laboriosa actividad urbana, dedicada a la producción artesanal, el comercio y la construcción, podemos hacernos una idea del desastre que supuso para argón, y en general para toda España, su expulsión de la península Ibérica, en el año 1610.

Existe constancia documental de que a fines del siglo XV, todos los habitantes de Jatiel eran mudéjares y tenían apellidos de origen musulmán. Una situación no tan extraña en muchos núcleos rurales. El término mudéjar significa “aquél al que se le ha permitido quedarse”, y se aplicó a los musulmanes que tras la reconquista decidían permanecer en territorio cristiano manteniendo su religión y costumbres, una convivencia que solo se quebró cuando, en 1610, los moriscos, mudéjares previamente obligados a bautizarse, fueron expulsados de la Península.

Hasta entonces la población mudéjar contribuyó enormemente al bien económico de las zonas que habitaban, por ejemplo manteniendo las técnicas de regadío. Si bien para la historia y el patrimonio hispano legaron formas artísticas y constructivas únicas, basadas en el empleo del ladrillo, el yeso y la cerámica. De su arte hay extraordinarias obras en la provincia de Teruel, incluso declaradas Patrimonio de la Humanidad, pero también nos legaron obras más modestas como la construcción subterránea, de la cripta de Jatiel.

Su iglesia de la Inmaculada Concepción, de esbelta torre vigilada por cigüeñas, es un pequeño templo de una sola nave con capillas entre contrafuertes y cubierta de cañón con lunetos intensamente decorada. Conforma un conjunto barroco de belleza y acabado singular, algo que no se adivina desde el sobrio exterior del ejemplo. La portada de piedra arenisca está presidida en su clave por una cruz de la Orden de San Juan de Jerusalén, orden a cuya encomienda pertenecía la localidad.

Como ya he dicho anteriormente el motivo principal de esta ruta es poder visitar  la conocida como cripta gótica, construcción subterránea de los siglos XIII o XIV, construcción gótica de origen  Sanjuanista, se ubica en la parte más elevada de la población, que posiblemente fue una cilla o almacén de la orden caballeresca. . Consta de una sola nave,  con bóveda de crucería y cañón apuntado, de planta en forma de cruz latina irregular con un pequeño crucero y ábside recto, unido en galerías laterales. Su gran importancia radica en la escasez de este tipo de restos civiles que se conserva de aquellas órdenes militares que repoblaron y ordenaron el territorio durante la Edad Media. Entre las galerías puede verse, un relicario que contiene una astilla de la  Veracruz,  la chimenea de aireación y antiguo acceso, a través de escaleras, en los muros laterales. La obra, de ladrillo aragonés, con arcos apuntados y bóveda de crucería en el centro del crucero, es de un meticuloso acabado, destacando la correcta disposición espacial. Sus arquerías apuntadas distribuyen la zona de depósitos. Complemento es el visionado del video, incluido en la visita como centro expositivo de la Orden de San Juan. Esta construcción evidencia la presencia de población mudéjar en la zona durante la edad media. Antes de abandonar esta bonita localidad, paro en el albergue, bar y restaurante, a tomarme un café con leche, que la mañana es fría y húmeda. El local está muy bien acondicionado.

Mi agradecimiento a Javier Gómez, que junto a los vecinos de esta localidad se preocupan y mantienen con su esfuerzo personal, de la recuperación y mantenimiento de esta “Joyica medieval” y que muy gustosamente me hace de guía.

La Cripta Gótica de Jatiel de los siglos XIII y XIV, es un edificio gótico de origen Sanjuanista, se ubica en la parte más elevada de la población.

Para comprender mejor donde estamos es imprescindible rastrear la historia de Jatiel y su entorno. Si nos guiamos únicamente por las formas que muestra el lugar, tal vez erremos. La estructura arquitectónica nos puede evocar una iglesia antigua. Su carácter subterráneo quizás nos recuerde una cripta con funciones funeraria, o un refugio para los vecinos durante los periodos bélicos. Sin embargo, en las campañas arqueológicas realizadas, ningún vestigio hallado confirma o atestigua ninguno de dichos usos.

Por otra parte no se han encontrado documentos escritos que aclaren muchas de las dudas existentes sobre este espacio. Por ello hasta el momento, una vez analizada la construcción, los restos arqueológicos y las menciones medievales  sobre Jatiel, se ha establecido una hipótesis que quizás en el futuro se convierta en certeza, aunque para su total confirmación será necesario engarzar más piezas de este puzle que es la investigación histórica. Según esta hipótesis, hasta ahora la más lógica, esta sala sería un granero o cilla, propiedad de la Orden Militar de San Juan del Hospital.

La Cripta de Jatiel consta de una sola nave, cubierta con bóvedas de crucería y de cañón apuntado. Construido en ladrillo, evidencia la presencia de población mudéjar en la zona durante la Edad Media. Esta estancia se utilizó para almacenar grandes cantidades de excedentes agrícolas.

Jatiel entre los Siglos XIV y XVI, época en la que se construiría la cilla, era una localidad que englobaba diferentes casas cuyos pobladores podían trabajar las tierras de la vega del rio Martín y sus alrededores, a cambio de pagar puntualmente sus impuestos a los verdaderos dueños del territorio, la Orden Militar de san Juan del Hospital, establecida en la encomienda de Samper de Calanda. Es decir, Jatiel funcionaba como una Alquería, un conjunto de casas que formaban una especie de granja, en la que los pobladores, gentes mudéjares, cultivaban tierras de regadío y tenían pequeñas cabañas ganaderas, siempre en beneficio de la Orden. Así es como aparece Jatiel en los escasos testimonios escritos de la época.

Lógicamente los impuestos recaudados, pagados en especie, debían ser almacenados en algún depósito que reuniera cierta seguridad y condiciones adecuadas de conservación para los productos que ahí se almacenaban. Para este uso se excavaría y construiría el recinto donde nos hallamos.

Al entrar en ella, descubrimos un ancho pasillo alargado que recorre todas las estancias de norte a sur. En el desarrollo de este brazo se distinguen dos tramos diferentes. Uno primero en el que se abren seis galerías laterales excavadas en las propias arcillas  del subsuelo. Estos pequeños espacios se abren al espacio central por medio de arcos apuntados de luz variable construidos en ladrillo y yeso, como los recios pilares que sustentan toda la construcción.

Mientras que el segundo tramo queda atravesado por un brazo perpendicular. De este modo, se forman tres espacios unidos al centro por arcos apuntados, cuyo trazado se prolonga en las bóvedas que los cubren. Así queda destacada en el centro una vigorosa bóveda de crucería con los arcos de ladrillo resaltado.

La descripción se podría asimilar a la de una iglesia de planta de cruz latina construida en época bajomedieval. Sin embargo, la estructura no tiene porque corresponderse con un templo. De hecho son muchas las construcciones en las que se repiten los mismos planteamientos, pese a que sus usos pueden variar.

Se cree que Jatiel contó con un torreón medieval, lamentablemente con el paso de los siglos, si lo hubo, tan apenas quedan restos de aquella construcción. Tan solo parte de los parámetros de sus muros se han identificado sobre la ladera que cubre la cilla, prácticamente en la calle inmediatamente superior. No obstante sería lógico deducir que se trataría de una casa fuerte de tamaño reducido o tal vez, únicamente un torreón, desde el que se protegería el acceso hasta la cilla, practicado por las escaleras cuyo final vemos aquí.

Así pues, la guarnición del torreón y la cilla se reduciría a un único vigilante.

Actualmente para acceder a la cilla, hay que atravesar previamente un patio y descendido unas anchas escaleras que parten de la puerta abierta en el extremo norte. Nada de esto debió de existir en origen. Como tampoco estaría enlosado el suelo que ahora piso. Mientras que las losas son obra de la recuperación llevada a cabo en los últimos años, respecto a la puerta, se desconoce el momento en que se abrió. Sin embargo parece poco probable que existiera mientras este espacio fue almacén donde recoger y custodiar los impuestos pagados por los vecinos. Ciertamente, tendría poco sentido dar excesivas facilidades para el asalto y los robos.

Durante la segunda campaña de excavaciones, se limpiaron las galerías laterales de la cilla. Fue entonces cuando salieron a la luz los siete peldaños que vemos tras la mampara de vidrio.

Estos peldaños se adentran en las arcillas del subsuelo, y hasta ahora no ha sido posible continuar y conocer su recorrido para concretar hasta que lugar llegaban y si se establecían otras conexiones bajo los inmuebles y calles de Jatiel. No obstante, éste debió ser el acceso original a la estancia, teniendo de este modo la cilla una única y difícil entrada cuyo portal se encontraría en la superficie, en la zona inmediatamente superior, los habitantes de la localidad entregaban puntualmente sus impuestos a un miembro de la Orden, quien registraría los pagos, para que luego fueran los propios labradores, quienes bajaran por las angostas escaleras las mercancías entregadas.

Mientras que en este lateral observamos los restos de la antigua entrada al almacén,  a mi espalda se halla un orificio que asciende hasta la superficie. En principio parece que sirvió como chimenea, e incluso las paredes del orificio están recubiertas por yesos ennegrecidos por humo. Sin embargo originalmente no sería una chimenea. Se trataría de un respiradero mucho más estrecho, horadado en un tramo relativamente corto hasta la superficie de la ladera bajo la que se encuentra la cilla.

Este respiradero se fue ensanchando con el paso del tiempo, se fue ampliando por acción de la climatología que haría desprenderse parte de la arcilla, y también por la acción humana, ya que al poderse usar este espacio como corral fue necesario habilitar un respiradero más amplio por el bien del ganado y por evitar una excesiva concentración de gases y malos olores.

La presencia de la Orden del Hospital en Jatiel esta documentada desde el Siglo XIII, de hecho ellos fueron quienes edificaron una iglesia anterior a la actual. Asimismo, sabemos que los sanjuanistas seguían ejerciendo su señorío en el Siglo XV, cuando toda su población era mudéjar, e igualmente durante el XVI, cuando la encomienda de Samper de Calanda tenía alquilado el lugar al también hospitalario monasterio de Caspe.

En Jatiel la Orden de San Juan tenía como principales propiedades, sobre todo la tierra y su cilla de almacenaje.

La labor de esta Orden en tierras aragonesas fue fundamental, no tanta desde el punto de vista militar, pese a lo que en principio pueda aparecer, sino como agentes revitalizadores de la economía. Favorecieron la colonización y evitaron en la medida, en la medida de lo posible la huida de la población mudéjar gracias a su protección y la emisión de cartas pueblas que favorecían su asentamiento. Impulsaron la ampliación de las tierras de cultivo, sobre todo mediante la viña, y la mejora de los sistemas de riego. Y también potenciaron la creación, de molinos y mercados, además de realizar actividades financieras. Todo ello sin olvidar su rasgo identificativo: la fundación de hospitales.

Poblaciones como Jatiel y diversas propiedades estaban adscritas a una encomienda, que era un distrito administrativo dependiente de una fundación conventual. Al frente de esta circunscripción estaba el comendador, auxiliado por el subcomendador, mientras que el prior dirigía la vida espiritual del monasterio. El resto de los cuales se distribuían en cargos secundarios y diferentes obligaciones, pero no  todos eran considerados fieles, es decir soldados. Junto a ellos estaban los clérigos y los encargados de los servicios religiosos y que acababan perteneciendo a la Orden, y los sirvientes, ocupados de tareas domésticas y del cuidado de pobres y enfermos, a los que se debía la institución. A todos ellos se sumaban, gente de toda condición social que donaban su personal y bienes, para recibir la protección y los beneficios espirituales de la Orden.

Tal vez los habitantes de Jatiel eran exaricos, es decir, aparceros que no podían ser separados de la tierra ya desde época musulmana. Mantuvieron su religión. Estas gentes, en 1526, se vieron obligadas a bautizarse por decreto del Monarca Carlos I, y desde entonces pasaron a denominarse moriscos.

En el kilómetro 11,21,  salgo a la carretera  A-224, hacia Castelnou.

En el kilómetro  me desvío por la derecha para ir por la pista  BTT del Espacio Norte de Teruel, hacia Castelnou  por la margen izquierda del Río Martín., hasta Castelnou es una delicia, el discurrir por la ribera del Martín.

En el kilómetro 13,55,  llego a Castelnou. A Castelnou se llega atravesando un estrecho y escultural puente de piedra. A su paso por el término municipal de Castelnou, las riberas del río Martín conforman un rico y hermosísimo hábitat natural, catalogado como Lugar de Interés Comunitario. Escenario perfecto para la práctica del senderismo.

Entrando a la localidad por el puente que salva el cauce del Martín. Una vez atravesado éste a la izquierda se encuentra el Peirón de San Valero patrón del pueblo. Aprovecho para hacer una crítica constructiva, sobre la manía en colocar los contenedores de lo que sea, precisamente para tapar cualquier peirón, iglesia o fachada histórica, por no decir de los coches, que parece ser que  la mejor manera de aparcar es delante del monumento local.

Castelnou es la última localidad de la comarca siguiendo el cauce del Martín hacia su desembocadura en el Ebro. Se sitúa en las márgenes de un abrupto barranco, en el límite justo de la provincia de Teruel con la de Zaragoza. La población cuenta con 134 habitantes, equitativamente repartidos entre la agricultura, industria y servicios. Cuenta con importantes cultivos de excelente aceite y melocotón embolsado, comercializados bajo las Denominaciones de Origen Aceite del Bajo Aragón y Melocotón de Calanda.

Castelnou es la Villa de menor altitud sobre el nivel del mar de toda la provincia de Teruel. Esta emplazada en  la margen derecha del río Martín, en una hermosa ribera de gran interés medioambiental. Un paseo por la misma nos proporciona además la imagen más bella y significativa del pueblo, en la que la observamos la iglesia dominando el urbanismo desde lo alto de una loma, por la que las calles descienden lentamente hasta llegar al nivel del río. Esta población al igual que otras muchas localidades del bajo martín, perteneció tras la reconquista a la Orden de San Juan de Jerusalén, también llamada de los “Hospitalarios”. A partir de los estudios realizados, la noticia documentada más antigua sobre este municipio se remonta al Siglo XIV, siendo entonces señor de Castelnou Don Rodrigo Gonzálvez  de Jatiel. La posesión de Castelnou, pasó por diversas manos hasta que finalmente en el año 1527 Don Juan Garcés de Marcilla la donó a Don Luís de Hijar, pasando así a formar parte del Ducado de Híjar.

El edificio de mayor interés de la localidad es la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, fue construida en el Siglo XVIII, es uno de los mejor conservados de toda la Comarca del Bajo Martín. Es una iglesia modesta pero muy bella y de gran calidad constructiva, que se nos presenta perfectamente acabada. En su interior se integran con gracia y sutileza las tres artes mayores (arquitectura, pintura, escultura) para conseguir representar un espacio en el que el fiel sienta la presencia de Dios. Consta de tres naves y cabecera poligonal, con torre de dos cuerpos, siendo el inferior de sillarejo y el superior de ladrillo. El interior de la iglesia presenta uno de los acabados más interesantes de la zona, de recargado aunque sutil gusto barroco. Su plaza sugiere descanso y fonda y es en ella donde se celebra la fiesta de san Valero que, según dice la tradición, pasó en vida por estas tierras y al que se le dedica una imponente hoguera. En una plazica ajardinada hay una placa, con una inscripción que recuerda a Isidro Claver , el mejor jotero de Aragón.

Parto de Castelnou por una urbanización de casas prefabricadas que son una monada, que se asemejan a las casas de madera norteamericanas, aunque son de tipo bungalow. Salgo a una carretera local que enlaza con la carretera de Samper de Calanda, pero el abandono por la izquierda siguiendo la baliza de la ruta BTT, entrando en el polígono industrial, al final de éste, la ruta se introduce por el “Camino de la Mina”.

Continúo hasta enlazar en el kilómetro 17,73 con “el camino de Las  Canteras” un camino ancho y en muy buen estado.

En el kilómetro 20,57, cruzo La Vía Verde “Val de Zafán”

En el kilómetro 21,82 llego a los corrales de Samper de Calanda, desde donde contemplo la imponente silueta de su iglesia.

Pero primero decido visitar sus dos ermitas, situadas en un cerro cercano.

Una indicación marca el camino a las ermitas del Calvario y Santa Quiteria, situadas al este de la población. El Calvario se eleva dominando la unión entre secano y vega. El edificio barroco alberga una exposición permanente dedicada a la Semana Santa del Bajo Aragón. Muy próxima, en un bello paraje, la ermita de Santa Quiteria, al lado de una fuente milagrosa que protege de la rabia, se erige en gran santuario de la zona, pues allí llegan algunas de las romerías más importantes de la comarca. Junto a la ermita están la casa del ermitaño y la antigua hospedería y a sus pies se encuentra el jardín botánico. El interior del templo se restauró respetando estructuras y pinturas murales de gran valor iconográfico y artístico, constituyendo uno de los encuentros con la cultura más importante y desconocida de la comarca.

En el kilómetro 22,59, llego al Arco del Descanso. Entre los arcos de este hermoso humilladero de subida a la ermita, la vista del pueblo se encuadra como una postal.

Sobre este monumento emblemático de la localidad, de construcción sencilla de piedra y ladrillo, no se ha encontrado hasta la fecha ningún tipo de documentación oficial ni en el Archivo Local ni en el nacional, lo único que sabemos de él es lo que cuenta la tradición popular, que dice que:”Este arco fue utilizado por los monjes que habitaban la ermita de Santa Quiteria  como descanso en el camino al volver del pueblo de realizar tareas diversas”.Además otro uso que se le atribuye a esta edificación es “como punto de reunión de peregrinos venidos de diferentes lugares para venerar a la Santa. Se cuenta que un monje bajaba hasta el descanso para recibir y acompañar a todos los peregrinos hasta la ermita y por el camino de subida iban cantando los gozos a Santa Quiteria y rezando la letanía. Además los vecinos de la localidad también lo utilizaban como punto de reunión para subir a la ermita rezando la novena a la Virgen”

En el kilómetro 23,02  llego a la Ermita del Calvario, del Siglo XVII, también llamada del Santo Sepulcro, esta ermita barroca tiene una ubicación privilegiada sobre el cerro que corona el Vía Crucis. Consta de una sola nave de tres tramos y un crucero cubierto con una gran cúpula. Se acoge perfectamente a la singular tipología que adquieren las ermitas barrocas en esta comarca.

En el kilómetro 23,43, llego a la Ermita de Santa Quiteria.

Dirigiéndose hacia la estación de tren y hacia la izquierda, se llega a la Ermita de Santa Quiteria, donde mana agua milagrosamente en una tierra tan árida. Santa Quiteria fue encontrada por un pastor hijarano en tierras de Samper. La Santa fue llevada a Hijar pero a la mañana siguiente estaba en Samper, llevándosela de nuevo los hijaranos creyendo que la habían robado. La encerraron en un arca con cuatro talegas de trigo encima pero al día siguiente la Santa estaba en Samper de nuevo: era imposible que la hubiera robado nadie. Este es el primer milagro de la Santa en Samper, después le siguieron otros muchos de curación de  enfermos. Hasta hace poco se podía ver el interior de la ermita lleno de formas del cuerpo humano talladas en diferentes materiales, muestras de agradecimiento a la Santa de las curaciones milagrosas que se le pidieron con fe . En la roca donde mana el agua milagrosa y la Santa fue se construyó una ermita y  después un monasterio de la orden de los agustinos. Hijar aun viene a Samper en romería el lunes de Pascua.

Desde Santa Quiteria desciendo a Samper de Calanda.

Samper de Calanda, es uno de los pueblos de la ruta del Tambor y el Bombo. Esta noble villa consta de una arquitectura medio cristiana medio morisca. Esto se debe a que hace años cuando los moros aun estaban en España, Samper era unos de los pueblos convertidos a la orden de Juan de Jerusalén. 

Samper de Calanda está enmarcado dentro de la Comarca del Bajo Martín. Situado a 180 kilómetros de Teruel, en estos momentos se acerca a 1.000 habitantes.

La Comarca del Bajo Martín está compuesta por un total de 9 municipios a través de una superficie de 791 kilómetros cuadrados. Su capital administrativa se encuentra en Híjar, mientras que su centro cultural es Albalate del Arzobispo.

Se cuenta que el nombre de Samper de Calanda proviene de la traducción de San Pedro de las Calandrias; Calandrias, porque en la localidad se le llamaba así a las alondras, que era el ave más popular y conocida de tierras de secano y su canto era muy familiar para las gentes de esa zona; San Pedro, porque la población se situó sobre el montículo que lleva este nombre, según se transmitió por tradición oral. Por eso, y porque no figura en ningún documento oficial, hay más teorías sobre el origen del nombre. Otras personas comentan que existieron dos Ventas, la Venta de San Pedro y la Venta de las calandrias, y que su fusión dio origen al nombre actual. Curiosamente, hay una calle dedicada a Las Ventas. A Samper de Calanda legaron los descendientes de los primeros bereberes, de las tribus zanatas y de los sinayas, y de otras que podrían huir de los territorios conquistados por los cristianos, de origen árabe. También los mudéjares ocuparon Samper, después de decidir quedarse en las villas conquistadas y que se apartaban en las mismas villas en las que se habían decidido quedar, por sentirse discriminado por los cristianos hispanorromanos.

Los judíos se separaban de todos y ejercían los oficios de prestamistas, notarios y artesanos.

Los cristianos se distinguían del resto llevando cinturones de cuero, y los judíos acostumbraban a llevar colores vivos sobre los hombros, mientras que las mujeres se tapaban la cabeza con una saya larga.

Al final, las gentes se mezclaron en las nuevas generaciones y se fundó Samper de Calanda en el siglo XVIII como es actualmente. Se denominaron San Juan y San Pedro. La parroquia de San Juan terminó por desaparecer.

En el siglo XIX llegó el tren. Este fue un punto muy importante en la evolución en la localidad. La economía local estaba representada por al aceite, los tintes, la seda y la lana. Estaba basada en una producción de autoconsumo y una artesanía autóctona de parejos para los animales. Útiles y herramientas eran fabricados por artesanos locales de las villas vecinas.

La Iglesia Parroquial del Salvador,  de Samper de Calanda es un edificio barroco del  siglo XVIII. Es uno de los edificios monumentales de todo el Bajo Aragón. Coronando la población se erige majestuosa dominando el Valle del Río Martín. Es una iglesia influenciada directamente por la Basílica del Pilar de Zaragoza. No podemos dejar de disfrutar en su interior de la magnífica cúpula en el crucero, donde nuestro espíritu siente la presencia de Dios. También nos asombraremos de su magnífica portada que nos persuade para que nos adentremos en el interior del templo. Se levanto gracias a Beriquet Fernández, escritor, orador y filósofo samperino. La construyeron, en el siglo XVIII, Antonio Nadal y Enrique de Yarza. Dos torres gemelas escoltan a la fachada principal,  la cúpula y algunos tejados llaman la atención desde la carretera e impresionan las vistas desde La Barbacana.

Entre sus joyas arquitectónicas se encuentra el Arco de Santo Domingo, en la plaza del mismo nombre, dedicado al Santo Patrón de la población, el arco de Santo Domingo comunica la Plaza homónima con la Calle del Molino, acceso natural al centro del pueblo desde la carretera. Sobre él, y dando a la plaza, está la capilla de Santo Domingo que permanece abierta en las fiestas patronales y ante la cual se celebra una misa en su honor todos los años.

Las capillas abiertas son las construcciones más típicas y exclusivas del Bajo Aragón. Este tipo de monumentos auna dos funciones el piso inferior es siempre la antigua puerta de acceso a la Villa emplazadas a las murallas que defendían las poblaciones. Durante el periodo barroco a estas puertas se les añadió un segundo piso con la función de Capillas. Estas capillas eran dedicadas a santos locales a los que los vecinos encomendaban su protección. Samper de Calanda es la Villa que más Capillas Abiertas mantiene del bajo Aragón. En sus calles podemos admirar muchas de ellas. Las más destacables son la de Santo Domingo y la de San José.

Parto de Samper de Calanda por la carretera A-224 en dirección a Híjar.

En el kilómetro 28,83, junto a la carretera me paro a contemplar el Peirón a Santa Quiteria.

En el kilómetro 29,86, dejo la carretera para dirigirme hacia los huertos de Híjar, junto al Río Martín y cruzado éste ir hasta las ruinas del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles.  Está situado en el término municipal de la villa de Híjar, en la partida denominada Los Campillos. Fue fundado en el año 1524 por D. Luis Fernández de Híjar, Duque de este nombre y primer Conde de Belchite. Mariano Laborda en su libro “Recuerdos de Híjar” da la fecha de 1517 como año en que los religiosos franciscanos se asientan en Híjar, en la antigua sinagoga de San Antón, para pasar al convento en 1524 tras su construcción. El convento se halla en la margen izquierda del río Martín. Anejo al convento, figura la huerta desde su fundación, “de algo más de una Hectárea de extensión, que goza del privilegio de riego concedido, en el siglo XIV por uno de los señores de Híjar. Se conoce este privilegio como Ligón de Nuestra Señora de los Ángeles, que comporta la advocación que da nombre al convento. El claustro, siguiendo el patrón de todos los conventos, tenía un segundo piso, desde donde se accedía al coro, merced a una puerta abierta en el muro de la iglesia. En él quedaban situadas las celdas que habitaban los religiosos, la sala de estar y la biblioteca. En la fachada de la iglesia figuraba, sobre la puerta de entrada, colocada en una hornacina, una escultura en piedra de la Virgen María, bajo cuya advocación había sido fundado el convento.

A principio del siglo XX, una comunidad de religiosos franciscanos de la Orden capuchina, rehabilita el abandonado convento y restauran la iglesia, abriéndola al culto el día 15 de julio de 1903 y reavivando la vida conventual hasta la guerra civil, fecha en que el convento quedó en ruinas como consecuencia de la contienda bélica. La iglesia mantiene aún sus recios muros, bien que en estado ruinoso, y en difícil equilibrio, la armónica fachada de ladrillo rojo de la iglesia

En el kilómetro 30,64, cruzo el río por unos tablones.

En el kilómetro 33,38 llego a la ermita de San Miguel o lo que queda de ella.

En el kilómetro 33,60, conecto con la carretera A-1406, tomando dirección a Híjar.

En el kilómetro 34,57, conecto con la carretera N-232.

En el kilómetro 39,09, estoy de nuevo en la Venta el Barro, principio y final de esta etapa.

Las fotografías aparecen por orden de ruta.

Serafín Martín.

Fuentes propias y:

http://www.comarcabajomartin.com/es/municipios/jatiel-50.html

http://www.hijar.es/

http://www.samperdecalanda.es/el-pueblo/historia/

http://samperdecalanda2013.blogspot.com.es/