pulsa las fotos para verlas grandes

 
prev | next
 

   

Monasterio de Veruela, Dehesa del Moncayo, Agramonte, Santuario del Moncayo

 

El 29 de Octubre de 2005 salgo del Monasterio de Veruela en dirección a la dehesa del Moncayo y si puedo, llegar hasta su santuario.

Parto de la puerta del Monasterio de Veruela , con la mañana fría ,por una carretera en buen estado, que se introduce en un angosto valle de carrrascas ,con una suave pero persistente subida y con bastante humedad ambiental, que se notaba mucho en las zonas de sombra de la carretera. A los cinco kilómetros aproximadamente abandono el abrigo del valle y nos asomamos a un pequeño altiplano que nos permite disfrutar del enorme valor paisajístico de sus cumbres y circos glaciares, de la excelente representación de los pisos de vegetación de la ladera  más húmeda de la Sierra, que se disponen secuencialmente a diferente altitud en función de sus requerimientos climáticos. Así en las cumbres y prados, los pinos de repoblación rebasan el techo del hayedal y se introducen en la parte inferior del matorral hasta alcanzar los 1.800 m. de altura, a partir de la cual se aclaran y dispersan para ir desapareciendo.

A partir de los 1.650 m. el hayedo se aclara y desaparece para dejar paso a una formación de matorral con genistas, sabinas rastreras y enebros dominan los pastizales y matorrales de alta montaña junto con pinares de pino negro. A continuación se instala el pinar de silvestre y los bosques autóctonos de hayas y a menor altitud robles, que crecen bajo el amparo del pinar, y que a  largo plazo volverán a recubrir las laderas del Moncayo. La cantidad de colores es impresionante, como siempre el “Padre Moncayo” tiene esta mañana su característica boina de nubes en su cima.

Sobre los 900 metros nos encontramos por todo el entorno del Moncayo Encinar y carrascal

Entre 900 y 1.100 m. de altura habitan unos árboles pequeños y muy agrupados entre sí el Rebollar. El arrendajo, el mirlo, el zorro, y el  jabalí, son sus moradores.

El Pinar lo veremos entre  los 900 m. hasta cerca de los 1.800 m. la mayoría de este bosque se debe a la  repoblación, hay ejemplares de gran tamaño.

Las distintas especies de pino que se pueden observar son: pino silvestre, el más abundante, pino negro, pino laricio y pino rodeno. Sus inquilinos habituales son: El piquituerto, pico picapinos, petirrojo y tejón.

Entre los 1.100 y los 1.650 m. de altitud, aparece el Hayedo: Con el incremento de la humedad, juntamente con el descenso de las temperaturas, Es un bosque residual en lucha con los suelos pedregosos, que cede las áreas secas al roble albar y las encharcadas a los sauces, abedules y fresnos.

Se trata de uno de los bosques de hayas más meridionales de Europa, lo que incrementa la importancia de su conservación.

En él abundan los helechos, musgos y madreselvas. De las semillas del haya, hayucos, se alimentan el jabalí y el corzo, entre otros. Entre las aves cabe destacar el azor, águila real y otras rapaces.

A partir de los 1.650 m en su  cumbre y prados, el hayedo se aclara y desaparece para dejar paso a una formación de matorral con genistas, sabinas rastreras y enebros. Los pinos de repoblación rebasan el techo del hayedal y se introducen en la parte inferior del matorral hasta alcanzar los 1.800 m. de altura, a partir de la cual se aclaran y dispersan para ir desapareciendo. La fauna que habita este espacio está compuesta, entre otras especies, por alondras, chovas, piquigualdas y víboras hocicudas y áspid.

 

 

 

 

 

Este monte se encuentra situado al Noroeste de la región aragonesa, dentro de la provincia de Zaragoza, y sirve de frontera natural entre las Comunidades Autónomas de Aragón y Castilla-León. El  Moncayo, con sus 2.315 metros de altitud, domina majestuosamente las tierras que se extienden a sus pies: el Aragón central, la ribera de Navarra y los altos y fríos páramos de Soria. Esta montaña, la más elevada del Sistema Ibérico, configura y condiciona la orografía, el clima, los cultivos y las formas de vida del oeste de la provincia de Zaragoza y en particular de tres comarcas: Somontano del Moncayo, Campo de Borja y Aranda. Su formación tuvo lugar en la Era Terciaria como consecuencia de los movimientos alpinos. Los materiales rocosos más característicos son areniscas, cuarcitas y pizarras, adosados a los cuales se encuentran materiales más modernos de tipo calcáreo. En sus laderas pueden apreciarse restos de huellas glaciares, destacando los circos conocidos como Pozo de San Miguel, San Gaudioso y Morca.

El Moncayo constituye un elemento original dentro de la vegetación de la Cordillera Ibérica aragonesa, por cuanto es el único macizo de ésta que presenta un claro escalonamiento de las formaciones vegetales.

Es parque natural desde 1927.

La Sierra del Moncayo tiene una compleja historia geológica y geomorfológica. (Era Terciaria) como consecuencia de los movimientos alpinos, en concreto a dos levantamientos sucesivos, el último coetáneo al de los Pirineos, el espacio anteriormente ocupado por un gran mar interior se convirtió en un área montañosa. Algunos de los materiales más antiguos, como cuarcitas y pizarras, quedaron al descubierto tras fuertes procesos erosivos, siendo visibles en la actualidad en lugares como las Peñas Meneras y el Cucharón- detrás del santuario, los materiales más modernos del tipo calizo afloran en las zonas sudorientales de la sierra. Los hielos del Cuaternario también estuvieron presentes en el Moncayo llegándose a formar pequeños glaciares al amparo de las cumbres. En la actualidad desaparecido el hielo, todavía son visibles sus huellas en los circos o pozos de San Miguel o Cucharón, san Gaudioso o Santa Bárbara y Morca. En el sudeste destaca el modelado cárstico de muelas, acantilados y cañones.

Su núcleo central del tiene una longitud aproximada de 4 Km., sobre una altura media de 2250 m., y se prolonga hacia el NO y el SE por dos alas menos elevadas de perfiles suaves y 10 Km. de longitud, con una altura media de 2000m.

 

El Moncayo guarda en su seno abundantes leyendas, tradiciones e historias que durante años han forjado el pasado colectivo de las gentes de estas tierras. Hoy la puesta en valor de estos recursos es una apuesta de futuro. A ello están contribuyendo, las iniciativas de personas anónimas que con su labor callada han recuperado objetos cotidianos vinculados a la vida pasada de nuestros pueblos y, por supuesto, diversas asociaciones culturales, denominaciones de origen así como el centro de Estudios Turiasonenses y el Centro de Estudios Borjanos, Filiales de la Institución Fernando El Católico.

Otro elemento dinamizador son los ayuntamientos  de ambas comarcas, con apuestas decididas para convertir sus municipios en punto de referencia en el mundo del turismo rural. Contribuyendo a este fin de una manera especial La Asociación para el Desarrollo de las Tierras del Moncayo (ASOMO).

Más adelante me encuentro entre el pinar un pequeño “Canchal” y digo pequeño porque para grande el que hay cerca de la cumbre como veremos más adelante.

Estas formaciones parecen “Ríos de piedras”El Canchal se origina porque las rocas fragmentadas por el hielo caen pendiente abajo.

Voy haciendo paradas para disfrutar del rebollar, los pinos, así como de las setas, que gracias a las lluvias empiezan a asomar. Los arroyos entre el bosque, me animan a parar y disfrutar del momento.

Llego a Agramonte donde hay una zona de descanso, con restaurante, ocio, centro de interpretación y el sanatorio hoy abandonado.

Como me encuentro con fuerzas decido seguir, empieza el hayedal, paro en la Fuente de la Teja, donde hay unos ejemplares enormes con una zona de mesas cerca de la fuente. El haya en primavera reemprende su actividad. Sus yemas se abren y brotan las hojas. Las plantas del escaso sotobosque se apresuran a florecer, antes de que las hojas del haya lo cubran todo e impiden la llegada de la luz solar. Es también la época de celo de muchos animales. Los más conspicuos son las aves, cuyos cantos territoriales inundan el bosque.

En Invierno el haya se prepara para sobrevivir al frío. Las tiernas y anchas hojas del haya no soportarían las heladas, si sus rígidas ramas estuvieran cubiertas de hojas, se quebrarían bajo el peso de la nieve. Por eso se desprenden de las hojas. La luminosidad que llega ahora al sotobosque permite el desarrollo de algunas plantas, como el acebo, sus frutos son imprescindibles para los animales que no han emprendido viaje a zonas más cálidas.

En el verano el follaje del haya es muy denso y se dispone en planos horizontales. Eso le permite captar más de un 95% de la luz solar. Por ello, el sotobosque del hayedo es pobre en especies vegetales. Se desarrollan los hayucos, los frutos del haya. Los animales se afanan en sacar adelante a sus crías.

En el Otoño los primeros fríos y el acortamiento del fotoperiodo anuncian la proximidad del invierno, se descompone la clorofila de las hojas del haya lo que las viste de infinitas tonalidades de ocre y marrón antes de caer. Las hayas devuelven al suelo la materia que le tomaron prestada. La abundante hojarasca contribuye a formar fértiles suelos. Caen también los hayucos, un manjar para los animales. Algunos germinarán, asegurando la continuidad del hayedo. Lleno los bidones en la fuente de la teja y sigo hacia la cumbre. La siguiente parada es en una fuente de tres caños  rodeada de un bosque de Abedules. En el suelo las rocas están cubiertas de musgo. Este árbol es una autentica reliquia vegetal del Moncayo. Se trata de una especie típica del norte de Europa, donde abunda en la zona de transición entra la taiga  y la tundra. Quedó refugiado en pequeñas áreas propicias del Moncayo, cuando tras la última glaciación el clima se hizo más cálido. Por ello, sus hojas aparecen en verano y sus flexibles ramas le permiten desprenderse de la nieve invernal y evitar así que quiebren.

El Abedul es amante de los suelos muy húmedos, incluso encharcados. Unas preferencias que pocas especies pueden soportar, lo que les evita la competencia. Las zonas de manantiales, donde el nivel freático está cerca de la superficie, son su hábitat ideal, la corteza blanca y las ramitas colgantes hacen inconfundible al abedul.

Las flores, diminutas y de color verde, van agrupadas en amentos colgantes, que aparecen en primavera, antes que las hojas. Las hojas son triangulares o romboidales, muy tiernas, por lo que las han de perder en  invierno. Brotan en verano, cuando ya no hay riesgo de heladas.

Los frutos contienen una única semilla y tienen dos alitas que favorecen su dispersión por el viento.

A continuación llego a un paraje de pinos con un arroyo sobre el que hay un puente de madera y al otro lado un caserón que no pude averiguar su función pero me pareció un refugio, en el que me hice unas fotos en la terraza de su piso superior, accedí a través de una escalera exterior. Desde aquí voy al Hayedo de Peñarroya y la Fuente del Sacristán, este es uno de los mejores hayedos del Parque natural, aprovechando en tiempos pretéritos para el abastecimiento. En la actualidad, esta antigua dehesa alberga un conjunto florístico singular, donde acebos, serbales, brezos, saúcos rojos y diversas herbáceas crecen allí donde la competitiva haya se lo permite. Al poco rato termina la carretera asfaltada y comienza la pista de tierra en muy buen estado paro en una fuentecita que hay  a la izquierda (Subiendo) y paro a beber agua y disfrutar del paisaje y su entorno. Un poco más adelante con un “canchal” con bloques de piedra enormes, que por efectos del hielo se van desprendiendo de la cumbre, se acumulan y por gravedad, forman auténticos” ríos de piedra” después de unos doscientos metros de pista mala y empinada llego al Santuario dedicado a la Virgen de la Peña Negra, a 1600 metros de altitud, un balcón inmejorable con vistas maravillosas.

La cumbre del Moncayo alcanza los 2.315 metros de altitud. Domina, hacia Castilla los campos de Ágreda, Ólvega  y Gomara y, hacia Aragón, preside los llanos de la Depresión del Ebro. Desde este mirador, situado sobre los 1600 metros de altitud, se divisan las llanuras de Tarazona y Borja recorridas por los Ríos Queiles y Huecha. A lo lejos se ven las huertas del Ebro y en el horizonte puede observarse, en días muy despejados, la línea de los Pirineos.

En el santuario  también hay fuente, desde donde parte una senda hacia la cumbre, restaurante, albergue, refugio y la ermita de Nuestra Señora del Moncayo, que pasó a pertenecer a la Catedral de Tarazona avanzado el siglo XIII, el documento más antiguo encontrado se remonta a mediados del siglo XIII. A esta época  pertenece la actual  escultura de la Virgen, una  talla francesa procedente de Cluny. Su fábrica, aunque de origen medieval, está muy remozada. Acoge cada año la popular Romería del Quililla, que se celebra el primer domingo de julio. Con esta entrañable tradición, que se remonta al menos a comienzos del siglo XVI, las gentes del Somontano imploran la protección de la Virgen.

Descendiendo paro en una pequeña fuente de un caño donde un vecino de San Martín del Moncayo esta llenando garrafas de agua, me habla de su pueblo y le prometo que lo visitaré, desciendo hacia el Monasterio de veruela inicio de esta ruta maravillosa.

¡Me habían hablado del Moncayo en Otoño! ¡Pero hay que verlo para gozarlo!

 

Las fotos aparecen por orden de ruta.

Fuentes propias.

 

Serafín Martín.

MIS RUTAS

 

©  Cheluy -Sera 2006